Las tecnologías pueden ser nuestro veneno o nuestro pharmakon, es decir el antídoto que el veneno implantado en el tejido social de la producción, necesita. El trabajo en redes, el pensamiento colaborativo, la idea de un procomún en oposición a aquello privado y en manos de élites que defienden unos intereses que van en contra del sentido del común, se manifiesta como un polo de acción con una capacidad de subversión en todas las esferas de la convivencia que denota una praxis del cambio en acción. Ya no se trata de movimientos sociales para tejer utopías de futuro, sino modos de la convivencia presente capaces de variar el conjunto de la producción. *Tecnologías para el bien común. Del saber colectivo a la expansión comunitaria* sigue una línea de investigación vinculada a la arqueología mediática en la irrenunciable conexión entre tecnología y política.

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